Historias compartidas,  Inspiraciones y recursos

¿Aún hay un nosotros? Cuando la pareja pasa a segundo plano

Ese momento en el que te enteras de que tu vida está a punto de cambiar, cuando descubres que van a ser papás, es una mezcla de emoción, nervios y ternura. Vienen los planes, el secreto compartido, ese “no le digamos a nadie hasta que pasen las 12 semanas”, y luego la emoción desbordada de la familia cuando das la noticia.

Para muchos papás, el embarazo se vive desde lo práctico: ¿en qué te ayudo?, ¿qué necesitas?, ¿cómo te sientes hoy? Para muchas mamás, en cambio, todo cambia desde el primer momento. Cada ultrasonido, cada latido, cada centímetro que crece tu panza, te va preparando para el amor más inmenso que vas a conocer.

Pero nada, absolutamente nada, te prepara para lo que estás a punto de perder.

Cuando nos casamos, suele haber una despedida de solteros: un ritual simbólico para cerrar una etapa y abrir otra. Me pregunto por qué no hacemos lo mismo antes de ser madres.

¿Por qué no hay una despedida de la mujer que éramos antes? ¿De la pareja que fuimos antes de convertirnos en padres?

Yo amaba la etapa en la que éramos solo mi esposo y yo. Hacer planes improvisados, dormir hasta tarde, tener largas charlas sin interrupciones, reírnos por cualquier cosa, hacernos el amor con calma. Pero todo eso cambió, sin manual, sin aviso, sin tregua.

Y ahora entiendo las estadísticas: 1 de cada 5 parejas se separa durante el primer año de su primer hijo. ¿La razón? El 67% de las parejas reporta una caída en la satisfacción conyugal después de la llegada del bebé.

No es difícil de imaginar: ¿cómo tener energía para el “nosotros” si apenas nos alcanza para uno mismo?

En mi caso, cultivar la pareja es ahora una decisión consciente. Porque sí, se volvió fácil y hasta “normal” dejarme para después, y con ello, también dejar de lado a mi esposo. Entre no dormir, el bebé, la casa, el trabajo y la falta de ayuda, lo más lógico parecía sobrevivir… no cuidar el vínculo.

Empecé a notarlo cuando mi esposo llegaba a casa y yo solo quería entregarle al bebé para poder respirar un rato. No me preguntaba cómo venía él, solo pensaba en mi necesidad de descanso. La ropa manchada de comida, el cabello recogido a las carreras, la rutina sin espacio para nosotros… sin querer, nos fuimos diluyendo como pareja.

Nos dimos cuenta tarde, pero a tiempo. Tuvimos una conversación honesta y dura, pero necesaria.

Entendí que también él necesitaba sentirse cuidado, visto, acompañado. Aprendí que la pareja tiene ciclos, y que ahora estamos aprendiendo a ser pareja como padres. Un ciclo nuevo, donde hay que tener paciencia y reencuentro.

Hicimos acuerdos: que él tenga su tiempo, que yo tenga el mío, y que no falte ese momento para el “nosotros”. No siempre sale perfecto, pero la intención está. 

Hoy sé que nuestra familia es algo que se cuida todos los días, que vale la pena hablar, ajustar, empatizar, mirar al otro.

Porque sí, es verdad que la maternidad lo cambia todo… pero si lo trabajamos juntos, también puede hacernos más fuertes.

Y si tú también sentiste que tu relación cambió con la llegada del bebé, no estás sola. A veces basta con hablarlo, con saber que hay otras como tú, intentando sostenerse… me encantaría leer tu historia. 

Un abrazo grande. 

Mai🌿

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *